De los Premios y Castigos

Llevo varios días con algo rondando en la cabeza que necesitaba escribir.

Desde que Paula empezó la guardería, hemos observado que casi todos los días traía en una de sus manitas un sello de tinta, de esos infantiles con diferentes dibujitos.

Yo siempre le pregunto por ello (obviamente ella no me contesta...), y le digo "¡Qué divertido, te han puesto un sello, qué bonito Paula!".

Ella me mira, sonríe, se señala su manita, parece que le hace gracia la cuestión...

El caso es que hace no mucho, al ir a buscar a la peque, y como siempre suelo hacer charlando un rato con su educadora, comenté algo sobre los sellos que llevaba en sus manitas habitualmente, y lo divertido que debía ser para ellos cuando jugaban con ellos. Me quedé sorprendida porque me dio a entender que no era algo que hicieran habitualmente, si no siempre. Y que todos los días ponían un sello a los niños que se habían portado bien.

¿En serio?????... Pensé yo para mis adentros, porque si en ese momento lo pienso para afuera, quizá hubiese dicho cosas muy feas. ¿Y eso no se podría considerar una forma de castigo...?. No es más que un premio para los grandes afortunados que se han portado bien, y un gran castigo para los pobres que "se han portado mal" y tienen que ver como a sus compis les estampan el dichoso dibujito de colores que mostrarán orgullosos a mamá y papá, mientras ellos se quedan con tres palmos de narices mirando...

No soy partidaria de educar a base de premios y castigos. No me parece una forma adecuada. No haces entender nada al niño, nada bueno al menos, desde mi punto de vista. Es muy rápido, es eficaz a corto plazo y puede incluso que te resuelva en determinados momentos, alguna situación conflictiva. Aún así, yo no lo usaría, ni quiero que se use con mi hija... Prefiero que Paula no haga regir su conducta por un sistema de recompensas y castigos establecido. Prefiero que encuentre sus propios premios o castigos en lo que hace. Que entienda por qué es mejor actuar de un modo u otro, en vez de hacerlo para conseguir algo a cambio.

A su edad, todavía es imposible que entienda nada de esto, tampoco lo espero. Y también sé que a veces es inevitable e inconsciente premiar o castigar, con nuestras caras, con nuestros gestos, con palabras que creemos inocentes incluso, la aprobación social también es un premio o un castigo para ellos. Entiendo también que es ¡entre complicado e imposible! divertir y pasar un día en paz y armonía con un grupo de niños tan pequeños y que tienen sueño, mocos, hambre, cansancio, que añoran a papá y mamá, ... pero eso no es excusa para intentar controlar su conducta de ese modo, porque los premios y castigos no son más que eso, una forma de control que ejercemos los adultos.

Como decía,  a corto plazo puede que funcionen, puede que incluso más fácil que enseñarles a pensar en ello. Pero todo eso se esfuma con el paso del tiempo. Así los niños nunca aprenderán a reflexionar y a pensar por sí mismos sobre lo que es bueno o malo. Siempre dependerá de nosotros, del adulto que decide por ellos lo que está bien y lo que está mal, en vez de guiarle y enseñarle el por qué y las consecuencias de sus actos.

Como digo, sé que es muy difícil, mucho más que utilizar las recompensas y los castigos. Pero a la larga es más fructífero, de eso no me cabe ninguna duda. Y en cuestión de educación, creo que merece la pena pensar e invertir a largo plazo ¿no?.

Al margen de todo esto, lo que más me cabrea de esta historia, es que Paula ha venido últimamente varios días a casa sin sello alguno... Y por supuesto, lo primero que ha asaltado mi mente es, ¡¿qué narices puede hacer una bebé o niña de 15 meses para portarse mal?!. Es que no se me ocurre nada que mi hija pueda hacer que alguien pueda tachar de mal comportamiento.

No me quiero poner trascendental ni metafísica, pero ¿qué es portarse mal?. No estarse quieta y sentada mientras la profe canta una canción o cuenta un cuento, dejarse la comida en el plato, chillar, llorar, tirar juguetes al suelo... No me puedo creer que estemos hablando de niños de entre 1 y 2 años.                                                                                                                                                                                     

Creo que en parte, el problema es que algunos adultos quieren que los hijos, los alumnos, los sobrinos, nietos... hagan las cosas "porque lo digo yo", porque yo soy el adulto y el que sabe cómo hay que comportarse. Adultocentrismo que lo llaman algunos por ahí... Una forma de educar que se ha ido transmitiendo de generación en generación, y que debemos dejar atrás y empezar de nuevo.

En estos momentos, y sin que tuviese relación alguna con el incidente de los sellitos, estoy leyendo el libro de Naomi Aldort, "Aprender a educar sin gritos, amenazas ni castigos". Es una maravilla en cuanto a este tema. No lo he acabado y me gustaría escribir algún post sobre él cuando lo termine. De momento, y si tuviese que resumirlo todo en una frase, sería sin duda "Ponte en su lugar". ¿Hay algo más sencillo y más difícil a la vez?.

A mi personalmente, el castigo me parece una falta de respeto, una forma de educar basada en el miedo y no en la libertad. Y ojo, educar en libertad no significa "NO EDUCAR". Si aprendemos a respetar a lo que nos rodea, los límites nos los pondremos nosotros mismos, allá donde pudiésemos interferir en la libertad de los demás.


                            

... Sobre la vida

Hoy mi entrada está llena de tristeza, de dolor, de lágrimas...

Hace no mucho leía en el magnífico blog de Ibone Olza, una entrada sobrecogedora y a la vez llena de sentimientos y reflexiones, que titulaba "Incompatibles con la vida", de la cual dejo el enlace porque vale la pena leer y releer.

Yo lo hice ayer de nuevo, y no quería dejar pasar la oportunidad de dejar aquí plasmado ese gran artículo. Una amiga, compañera, madre ya de dos niñas preciosas, recibía el fatídico diagnóstico en su ecografía de 20 semanas, de malformaciones incompatibles con la vida.

Para algo así nunca estás preparado. Cuando con inocencia y alegría preguntábamos si era un nene o una nena, recibíamos la desgarradora noticia que te hiela la sangre, te deja de una pieza y no puedes ni pensar. Sólo quieres llorar.

Volviendo a leer a la que no me canso de alabar, Ibone Olza, ahora desde un prisma un poco más cercano, me remueve más todavía, lo que ya en su día removió. No me atrevo ni me inclino a afirmar nada al respecto, ni por supuesto a imaginar un "...qué haría yo...". Creo que hay que estar en esa tesitura, y ni aún así creo que puedas saber lo que sientes y deseas de verdad.

Son decisiones que te ves obligado a tomar en poco tiempo, sin meditar, sin darte un tiempo que necesitas más que nada en el mundo, para comprender y asimilar lo que está pasando, para saber lo que sientes y lo que quieres, muchas veces, la mayoría, sin otras opciones. No puedo imaginar lo duro y cruel que tiene que ser, decidir en pocas horas e incluso minutos, sobre esa vida que tú sí que sientes como tal, ¿incompatible?... ¿incompatible con qué?... Como bien nos dice Ibone Olza en su artículo,  el lenguaje puede ser tan cruel en algunos casos... Te obligan a mezclar sentimientos con legalidad, tiempos límite, diagnósticos que nunca pueden ser certeros y que tú los tienes que asumir como tal.

Los comentarios sobran, las suposiciones más... Cuánto tendríamos que mejorar y cambiar como sociedad para poder valorar y acompañar estas situaciones, desde el más absoluto respeto a los padres, a su decisión, a sus necesidades en esos momentos, a los tiempos requeridos.

Por el momento, hoy, sólo puedo pensar en ello con una tristeza inmensa por mi amiga, por su bebé, por las hermanitas de ese bebé, y por la familia al completo que están pasando estos duros momentos.

Intuyo que la sensación de soledad tiene que invadirte hasta lo más hondo, viviendo y digiriendo un duelo que quizá mucha gente no entienda.

Desde aquí, todo mi amor, mi apoyo y un abrazo que me muero de ganas de darle en persona.