A través del espejo

Siempre me ha hecho gracia ver cómo mira la vida un bebé a través de un espejo... ¿Qué sienten? ¿Qué piensan?.

Yo juego mucho con Paula delante del espejo. Después del baño, antes, cuando nos estamos vistiendo, al ir a lavar el chupete, al enjuagarnos las manos,... Vamos, casi siempre que pasamos por delante de uno. Se ríe, mira sobre todo mi imagen y seguidamente me mira a mi. Intenta cogerme y tocar a esa bebé juguetona que se mueve al otro lado de esa ventana.


Ella no sabe quién es el bebé que mamá tiene en brazos. De hecho no suelen saberlo hasta bien pasado el año, incluso hasta los 18 meses. Es lo que se llama el desarrollo del autoconcepto. Concretamente, el autoconcepto físico.

Es algo curioso. Los bebés no se perciben como un todo. No saben que son una persona en sí misma, un cuerpo separado de su madre. Los primeros meses empiezan a descubrir sus manitas y sus pies, y juegan con ellos. ¡Es divertidísimo!. Pero ni siquiera en este momento se perciben como un todo. Se perciben por partes, saben que ahí están sus manitas, sus pies, los brazos,...

Aunque todavía no sepan distinguirse delante del espejo, ni quién hay allí dentro, es bueno y muy divertido jugar y que jueguen delante de los espejos, besarles, abrazarles, coger sus manitas y pies y bailar, ensayar diferentes muecas, gestos y expresiones... Van aprendiendo y tomando conciencia de su propio yo, de que su mamá está allí reflejada, de las diferentes partes del cuerpo, etc.

Existe toda una teoría sobre el desarrollo del autoconcepto y el espejo. Es una teoría psicoanalítica, del autor Jacques Lacan, el cual da una gran importancia al estadío del espejo para la formación del yo en el sujeto. Teoría con bastantes años y con un marcado carácter psicoanalista, con lo que ello conlleva, pero tiene puntos muy interesantes.

Otro psicólogo, Lewis, realizó también un experimento para conocer el momento en que los niños son capaces de percibirse a sí mismos delante de un espejo. Es un experimento muy curioso y simpático.

Colocaba a bebés de diferentes edades hasta más o menos los 18 meses, a jugar delante de un espejo y posteriormente y sin que los bebés fueran conscientes de ello, les pintaba la nariz de rojo (ja ja ja, como payasetes...!). Entonces los ponía de nuevo a jugar delante del espejo. El bebé que es capaz de percibirse a sí mismo, al ver su imagen reflejada se llevará su manita a la nariz. Esto no solía ocurrir, como digo, hasta los 15 ó 18 meses.

Los que aún no tienen definido el concepto de sí mismos, ¡hacen lo de siempre!, lo que suele hacer mi niña cuando me acerco demasiado con ella al espejo del baño, llevan su mano al espejo, a tocar a ese bebé que está encerrado allí dentro ¡y que tiene nariz de payaso!. En el caso de Paula, sin la nariz de payaso...

La mantita de actividades que tiene Paula y a la que hemos empezado a dar mucho uso este verano, porque se la ponemos en el patio y se lo pasa bomba; tiene un espejito de mentira y se queda alucinada mirándose sin saber que es ella. Le da manotazos, lo chuperretea, se ríe, pone ojos de susto... de todo un poco. Pero como digo le encanta.

Para nosotros es algo trivial y sin mucha historia, pero para ellos debe ser algo increible ir descubriendo poco a poco, y pasito a pasito su propio yo, su propia persona, tanto física como psicológicamente. Ir descubriendo cómo cambia nuestro cuerpo, nuestra cara, con cada expresión, con cada mueca.

 En definitiva, es un buen juguete, y estaría bien tener uno a su altura para que se puedan reflejar en él mientras juegan o mientras jugamos.