El Sombrero Lila

A los 3 años: Se mira en el espejo y ve una reina.


A los 8: Se mira y ve a Cenicienta.

A los 15: Se mira y ve una hermanastra fea (de Cenicienta) "¡Mamá, no puedo ir a la escuela con este aspecto!"

A los 20: Se mira y se ve "demasiado gorda, demasiado delgada, demasiado baja, demasiado alta, cabello demasiado rizado, demasiado liso", pero decide que va a salir de todas formas.

A los 30: Se mira y se ve "demasiado gorda, demasiado delgada, demasiado baja, demasiado alta, cabello demasiado rizado, demasiado liso", pero decide que no tiene tiempo para arreglarlo y va a salir de todas formas.

A los 40: Se mira y ve "demasiado gorda, demasiado delgada, demasiado baja, demasiado alta, cabello demasiado rizado, demasiado liso", pero dice "por lo menos estoy 'limpia", y sale de todas formas.

A los 50: Se mira y ve "yo soy" y va por donde quiere ir.

A los 60: Se mira y se acuerda de todas las personas que ya no se pueden ver en el espejo. Sale y conquista el mundo.

A los 70: Se mira y ve sabiduría, risas y capacidad. Sale y disfruta de la vida.

A los 80: Ni se preocupa en mirar. Simplemente se pone un sombrero lila y sale a divertirse con el mundo.

El sombrero lila. Qué gracia... Hace poco volví a cruzárme con estas palabras y los recuerdos vinieron sólos... Una buena amiga de entonces (entonces era cuando teníamos pocos años y mucha ilusión y ganas de reir por todo), que las circunstancias hicieron que ya no lo sea, nos enseñó un buen día esta pequeña historieta que a todas nos encantó; y a menudo cuando nos encontrábamos "bajitas" de moral y demasiado flacas, o demasiado altas, o demasiado gordas, o demasiado lo que narices sea que nos encontráramos, nos repetíamos las unas a las otras "¡Me pongo el sombrero lila y salgo a comerme el mundo!". Y por lo menos ese día, sí que nos poníamos ese sombrero lila e imaginario que tanta gracia nos hacía...

Qué recuerdos tan bonitos. Casi siempre en nuestro frenético día a día, el pobre sombrero lila queda olvidado y relegado en lo más hondo del armario y olvidamos con él, simplemente disfrutar con lo que hay.

Espero Paula, que desde ahora y siempre, ¡te pongas el sombrero lila! cada día de tu vida y disfrutes y te rías siempre, muestre lo que muestre el espejo.

!Y dale con el Chupete!

¿Hasta qué punto en las guarderías deberían inmiscuirse en las costumbres y hábitos que cada niño tenga?... Desde mi punto de vista, la respuesta sería, "hasta ninguno".

Digo yo que si mi hija usa o no usa chupete, y hasta cuándo lo use, ¿no debería ser una cuestión que sólo incumba a su padre, a mí, y sobre todo a ella?.

Parece ser que no. En la guarde de Paula no dejan que usen el chupete a partir del segundo curso. ¿Por qué...?. La verdad es que no lo sé... No he preguntado por miedo a una respuesta que no me convenza nada y entremos otra vez en la fase de "odiamoslaguarderíanecesitosacarlayayaya". Imagino que los motivos apuntan a temas de no dependencia, hacerse mayores, que no se vean unos a otros y quieran imitar conductas, y bla bla bla.

Que conste que no tengo nada a favor ni en contra del chupete, y que si me he de decantar por alguno de las dos posturas, más bien estaría en contra, puesto que como burda copia que es de la teta materna, no es que sea un objeto amado y defendido por mí. Pero es simplemente que no me parece justo hacerles desprenderse de forma brusca y cómo no, dirigida por nosotros los adultos, (con ese súperpoder que nos caracteriza y que los años te dan para conocer lo que es mejor en cada momento para otro ser humano, sobre todo si éste es dependiente, como un niño o un anciano...), de un objeto al que tú mismo le has hecho adicto.

Recuerdo que Paula tardó varios meses en usar chupete, aproximadamente hasta poco antes de empezar la guardería. Todo el mundo me decía desde los pocos días de nacer que por qué no le ponía un chupete ¡ya!, que era muy bueno para ellos, que a mí me vendría muy bien, que descansaría más, ¡que usaba mi pecho de chupete!... La verdad es que yo no entendía muy bien todo eso, yo la veía satisfecha y contenta, y yo también lo estaba. Ella no lloraba nunca y yo era feliz dándole el pecho cada vez que abría un ojo, y me preguntaba cómo era posible que mi hija usara mi pecho de chupete si ella en su corta vida, no sabía ni lo que era ese aparato. Ahora con muchas menos inseguridades, sé que es imposible que ningún niño use el pecho de chupete. Ahora sé que más bien es al revés, que la teta fue inventada antes que el chupete y que la mente brillante que inventó el susodicho artilugio, seguro que lo hizo con el único y exclusivo fin de engatusar y engañar a esos gordetes llorones, que pasan todo el día colgados de la tetita de su mamá, a ver si se confunden un poco y piensan por un ratito que esa cosita de goma o látex es el pecho de la mamá.

Pero probé, porque como digo las inseguridades de ser primeriza y de los primeros meses planeaban sobre mí a menudo. Probé varias veces desde el principio, pero mi niña decía que aquello para otro, que a ella le daba unas arcadas que se moría. Pero al parecer es que a todos los niños les pasa y hay que seguir insistiendo... Yo seguía sin entender muy bien para qué insistir. Nosotras estábamos bien. Yo en el fondo me alegraba de que no le gustara. Total, ¿para qué quería yo que le gustase una cosa que más tarde o más temprano tiene que dejar de usar?.

Pero un día quiso, debió parecerle bien tener ese recurso que le estábamos ofreciendo para esos pequeños momentos que mamá no estaba tan cerca.

Y digo yo, ¿quién soy yo y quién son ellas, después de haberle creado esa adicción, para ahora querer quitársela de un día para otro y sin más explicaciones?. Pues oye, no me parece bien.

Tengo claro que en algún momento tendrá que dejar de usar chupete. Tengo claro también que aunque no es condición necesaria y suficiente, su uso continuado durante años puede acarrear problemas en la dentadura. Pero lo que más claro tengo de todo, es que será un proceso principalmente guiado por ella, que yo estaré a su lado para ayudarla y apoyarla en él, pero no para imponerla tiempos ni premisas, que no habrá reproches ni chantajes, engaños ni regañinas. Nada de "estás feísima con ese chupete" (frase textual que he oído en la guarde), "el chupete es para bebés", "tú ya eres muy mayor para eso", "dejáselo para que se lo lleven los Reyes Magos"... Y un sinfín de cosas más que francamente, no son de mi estilo ni me parecen demostrar mucha empatía con las necesidades emocionales del niño.

Cuánto ganarían si se aplicaran el mismo cuento cientos y cientos de fumadores, algunos incluso que lo hacen delante y al lado de sus hijos con lo que ello conlleva. Eso sí es un verdadero problema para su salud.


Una vez alguien en algún rincón de este mundo, tuvo una idea, primero un sueño, y se materializó a través de "La gallina pintadita" y su maravilloso Árbol de losChupetes. Quién sabe... nos pilla un poco lejos, pero quizá algún día lo visitemos.



Redecorando Baby-Room. La mesa

Y aunque prácticamente la habitación está finalizada, y está quedando preciosa... aún quedan detalles por terminar. Sí, lo sé... No se puede tardar alrededor de 200 años en transformar un espacio de... ¿12 metros...?. Buenoooo, vale... a lo mejor son 15... Pero es que el verano se ha intercalado en mitad de todos nuestros propósitos y ahí han quedado, básicamente abandonados y desterrados a cambio de un montón de días ¡de pisci, playa, juegos, parque, excursiones!. Vale, es cierto, ha merecido la pena. ;-)

Como dije tiempo atrás, me he puesto el mundo por montera! (o más bien una brocha y un pincel) y me he lanzado a la aventura de crearle una mesita en la que pintar, jugar, o hasta comer si ella quiere!.



Teníamos una mesa que a su vez mi madre tenía desde hace algo así como mil años... de esas redondas como las que se llamaban "de camilla", de las que se les ponía un faldón por encima y tan monas... (según se mire...), pero en pequeñito. Y me pareció perfecta para transformarla en algo bonito y creado por su mamá para la prince.



Y ahora que ¡¡POR FIN ESTÁ TERMINADA!! la puedo inmortalizar aquí. Que nos gusta, no hay duda... Hay caras que no pueden ocultar sentimientos... Y hechos que los reafirman. Nos encanta pintar sobre la mesita, y cuando a Paula le preguntas si le gusta su nueva mesita, sonríe, la señala con su dedito y dice "Síiiiii.... mamá....", que traducido es "Síiiiii, me la ha pintado mamá..." (je je ;-)



En breve, o cuando vuelva a recuperar el ritmo perdido en las vacas, también habrá un gran post como se merece (aunque sólo sea por el tiempo de espera), esa habitación que ya, (a falta de dos tonterías de nada...) tenemos para nuestro pleno disfrute y que ha quedado de dulce!!. Pero todo eso será contado en otro momento...





SEMANA MUNDIAL DE LA LACTANCIA MATERNA-2013




Si echo la vista atrás, me parece increíble que ya hayan pasado 20 meses con sus 30 días, con sus 30 noches desde aquel primer día en que Paula con pocos minutos en este mundo acercaba su boquita al pecho y empezaba a mamar como una leoncita...

Era tannnn pequeñita... Y esa sensación de la primera vez que abrió su boquita, todo lo que sus comisuras alcanzaban, y hacía lo que su instinto le marcaba, lo que su más fiero instinto le decía que hiciera y buscara. Aún recuerdo esa sensación en mi piel, en mi mente y en mis ojos. Espero no olvidarlo por mucho tiempo.

Desde ese momento, y como en su día conté, ha sido una maravilla, ensombrada sólo en ciertos momentos por inseguridades y falta de apoyo y de tribu cercana, que encontré sin duda en los libros y la red. La lactancia para nosotros ha sido un baile de brazos, colecho, mimos y mucho, pero que mucho amor. Los problemas han brillado por su ausencia (y soy consciente de la suerte que tenemos en ese sentido), y el apoyo en ocasiones también. Por esto, tengo que decir que Olé y Olé por ese Papá con Mayúsculas que ha hecho de soporte, sin el que sin duda, nada hubiese sido tan fácil, y que ha hecho de nuestra vida estos meses y de nuestra  lactancia todo un regalo. Te queremos taaaanto.

Este año, el lema de la Semana Mundial de la Lactancia hace mucha referencia a esto último, y me parece fantástico. ¡Desde aquí me uno a ello! ¡APOYO, por favor!. Para todas esas mamás que quieren dar lo mejor para ellas y para sus hijos, por tanto lo mejor también para la sociedad, para nuestra sanidad, para nuestra economía, para el futuro y sobre todo para nuestros bebés. Mucho apoyo, tan necesario en casi todos los casos. Apoyo siempre cercano, siempre continuo y por supuesto oportuno.

Cuando oigo otras historias de lactancia, tan diferentes, en las que oigo palabras como "sacrificio, esclavitud, enganche...", no puedo evitar sentir un poco de pena. Para mí, ha sido y es, algo (además de óptimo y sano para mi bebé por descontado), algo bonito, algo especial, momentos de unión y de complicidad únicos, de reencuentro, de miradas indescriptibles, de sentirme poderosa, de empatía con mi pequeña, de protección absoluta, de liberación... Sí, he dicho ¡de liberación!, en cualquier parte, a cualquier hora, sin previsión ni preparación, le puedo saciar su hambre, su sed, su necesidad de contacto y del acto de mamar. Cuando está enferma, cuando no puede ni quiere tomar otra cosa, el pecho siempre está indicado. Esa sensación, cuando ha estado malita en alguna ocasión y sólo tomaba tetita, de tener la certeza de que estaba recibiendo alimento, defensas, fuerzas que yo le inyectaba veloz y directas a su cuerpecito...

Ahora, y de forma inevitable, a veces pienso en el momento en que la tetita ya no esté. Siento nostalgia, aunque todavía no ha ocurrido. Lo veo más cerca, ahora que a veces ya no pide, ahora que a veces ya no quiere...

Todo a su tiempo, todo en su debido momento, y sobre todo respetando nuestros ritmos. El suyo, el mío, el de papá también.

Gracias Paula, por todo este tiempo. Gracias Papá Burbujita (mi amor, el hombre de nuestras vidas), por todo el cariño y apoyo en los pocos momentos no tan buenos, por cargar con todo y sostenernos sin que nada nos faltase.

Y no me puedo olvidar de dar unas gracias enormes a esa tribu virtual, que sin saberlo, sin conocernos, y desde la distancia; con sus escritos, con sus consejos, su buena información y de calidad, me han transmitido toda la seguridad y fuerza que a veces se te va sin darte cuenta. Gracias a Carlos González por su maravilloso "Un regalo para toda la vida". Gracias también y de nuevo a Matronasur, por aquellos consejos y recomendaciones, por esa gracia y naturalidad al explicarnos lo fácil que es escuchar a tu instinto.

¡GRACIAS, GRACIAS Y MIL GRACIAS. POR EL APOYO CERCANO, CONTÍNUO Y OPORTUNO!

Ahora ya no puedo imaginar lo que sería nuestra crianza sin la lactancia.


La silla de pensar

¿Por qué no creo en las sillas/rincones/habitaciones de pensar?.

La silla de pensar es un método para castigar a los niños cuando estén llevando a cabo una conducta que nos parece inadecuada, que consiste en apartarle de la escena y sentarle en una sillita para que piense y reflexione sobre lo que ha hecho (en realidad sobre lo mal que lo ha hecho...). No deja de ser una variación con nombre más exótico y molón del clásico "time out o tiempo fuera", que no es otra cosa que retirar al niño del lugar en el que se encuentra cuando se "está portando mal" y tenerle en otro lugar durante unos minutos, que según lo establecido, (por algunos psicólogos que no piensan como yo...), ha de ser 1 minuto por cada año de edad.
Creo que esta entrada la empezaré por el final, por decir que la conclusión es que me parece cruel, humillante, ruín y de la mínima empatía, apartar a un niño indefenso, por el artículo 33 (por muchas explicaciones y razones que le des) cuando NOSOTROS creemos que se ha equivocado o que ha actuado mal.

Hace no mucho oí a una mamá como contaba que a su hijo de dos años le habían pegado en el cole y que la cuidadora le había dicho que son cosas que pasan a esa edad, y que al otro niño lo habían enviado a la "sillita de pensar", pero claro no había que olvidar que sólo tenía 20 meses...


En fin, mis ojos un día van a salirse del lugar que ocupan, de tantas y tantas aberraciones
que oigo y presencio.



Y el motivo de que me ha llevado a escribir sobre esto es que, aunque a la pequeñina le queda aún un curso más en la guarde, últimamente no sé muy bien por qué, me planteo muchas veces cómo va a ser el cole de Paula después de esta etapa, qué tal se adaptará al cambio, qué tipo de enseñanza les darán, cómo resolverá su profesora determinadas situaciones o conflictos, etc.

Por fortuna no lo utilizan en la clase de mi hija. Me consta que cuando algún niño pega, muerde o en definitiva molesta a los demás, lo apartan directamente de ese otro niño o del juego en ese momento. Limando un poco las formas, lo prefiero así. Me parece más adecuado no permitir, en el sentido más físico de la palabra, que un niño pegue a los demás, (y sí, no permitir aunque esto signifique que te tengas que poner en medio a modo de parapeto y simplemente digas, "No, eso no está permitido") que mandarlo a pensar en no sé qué narices creen que va a pensar en una silla y apartado.

Y dicho esto, ahora sí, diré las razones por las que esta práctica me parece una mala idea. Seguro que hay tantos motivos para no usarla, como personas en el mundo estén en desacuerdo. Todas ellas igual de buenas, seguro. Las mías, desde un punto de vista personal y también como psicóloga (...porque hay más psicología infantil después de Super Nanny...) son estas:

- ¿Por qué entrar en valoraciones?. ¿Por qué dejarle sólo pensando que algo está mal, si a lo mejor para el niño está perfecto?. Pegar, tirar un jarrón y romperlo, sacar las cosas de los armarios, son conductas que a casi todos nos pueden parecer que "están mal" o son inadecuadas. ¿Seguro?... Si logramos ponernos por un momento en la mente de ese niño, seguro nos podría dar mil y una razones por las que esas conductas están requetebien!. Mejor mostrarle y enseñarle poco a poco las consecuencias de sus actos, y las cosas que en determinados contextos no debería hacer porque pueden molestar a otros.

- ¿Castigado a pensar?... Esto no merece ni comentario. Reflexionar, pensar, valorar, NUNCA debería ser un castigo.

- Cuando se sienten en la silla, rincón o habitación de aislamiento a pensar, ¿de verdad a alguna mente inteligente se le ha ocurrido que van a reflexionar sobre su conducta y lo mal que han actuado, y se levantarán convendidos de que no deben volver a actuar así?... Es muy inocente creer que el niño va a pensar en positivo él solito. Yo creo que muy al contrario, su cabreo se acrecentará, tendrá rabia contenida, enfado, y los pensamientos que llegan a la mente bajo esos estados no suelen ser muy buenos...

- Lo más normal es que generemos tristeza y frusración en el niño. Sensación de abandono, de incomprensión y de ser juzgado. Yo al menos, no es lo que quiero que mi hija sienta, por muy mal que se haya comportado.

- El castigo no enseña nada bueno, no es ninguna lección en sí mismo. Castigan las personas que se encuentran en una posición de superioridad sobre otras, ya sea física o emocional. Así que lo que estamos dejando claro forzándoles a sentarse a pensar, es que nuestra posición con respecto a ellos es de superioridad, que nos deben obedecer sin cuestionar, y que no importa lo que piensen, siempre que actúen como a nosotros nos gusta.

- El camino a seguir ante una conducta inadecuada, creo que debe ser de acompañamiento, de diálogo, de comprensión y apoyo. Somos sus acompañantes y cuidadores, no sus jueces.

- Aunque la técnica funcione, no dejarán de hacer lo que sea que haya generado el castigo porque piensen que está mal, o que las consecuencias no son deseables, muy lejos de esto, dejarán de hacerlo por miedo al castigo, y por evitar ese mal rato. Una vez más, no estamos enseñando nada.

- Encuentro un riesgo bastante grande en educar a los niños bajo un sistema de recompensas y castigos, (ya hablé de ello aquí), y es que no estamos fomentando el desarrollo de la responsabilidad. No les hacemos responsables de sus conductas, somos nosotros en último término los que dirigimos qué hacer y qué no hacer. Y esto, me parece sumamente contraprudecente si queremos que se conviertan en adultos responsables de sus actos y consecuentes.

Es más fácil y rápido corregir, enseñar mediante el castigo y los premios, modificando poco a poco la conducta y personalidad que los niños van mostrando. Pero, sin duda, a mi me parece que vale la pena invertir tiempo (mucho tiempo, es cierto), ilusión, y fuerzas en enseñar y educar desde la libertad, desde el diálogo, desde el ejemplo, acompañando en todos los momentos con empatía, teniendo siempre en cuenta el momento de desarrollo en el que se encuentre el niño, valorando hasta dónde le podemos pedir, hasta dónde pueden llegar a comprender. En un futuro todo ese amor y comprensión estoy segura que dará sus frutos. Y entonces vendrá el tiempo de cosecha, el tiempo de recoger todo ese amor y empatía.



Las necesidades afectivas de los niños - Carlos González

La charla más esperada por mi dentro del Ciclo de Conferencias "Conociendo a nuestros hijos" por fin llegó. Y no defraudó en absoluto.

Carlos González vino para hablarnos de las necesidades afectivas en los niños.

Como él mismo dijo en un momento determinado, el que más y el que menos de los que estábamos allí sabíamos lo que iba a decirnos. Sabíamos de antemano cuál es su postura, cuáles son las necesidades que para él son fundamentales en los más pequeños.

Textualemente y con mucha gracia nos decía: "No para qué han venido...", con la consiguiente risa del personal en la sala.

Lo cierto es que las personas interesadas en este ciclo de conferencias, las personas vinculadas a la Asociación Besos y Brazos, en su gran mayoría saben que este doctor no viene a contarnos que nuestros hijos necesitan aprender independencia, que si le coges mucho en brazos se acostumbrará y no querrá bajar al suelo nunca más, que hay que ser firmes y poner límites ya que sino se te subirán a la chepa...


¡A esta ya se le han subido sin remedio! (Imagen mostrada por Carlos González en la conferencia)

Pero no es sólo lo que cuenta. Es cómo lo cuenta, cómo la sencillez y el sentido común parecen llenar todas sus palabras. Y todo ello aderezado con ese toque de humor que le caracteriza y que convierte casi en un monólogo toda una conferencia seria y respetable, sobre algo tan importante como las necesidades afectivas de la infancia.

Nos enseñó con continuas y graciosas comparaciones al mundo animal, cómo la necesidad de apego y contacto físico, es una necesidad primaria más, como el comer o el dormir. Viene grabado en nuestros genes desde hace millones de años y por tanto, nuestros hijos no nos manipulan y chantajean si lloran para pedir brazos, lo hacen porque "es lo que tienen que hacer", y dejan de llorar cuando les cojemos, al igual que dejan de llorar si tienen hambre y les das comida.

Nos enseñó también con numerosos ejemplos, cómo en otras sociedades que desde Occidente llamamos primitivas despectivamente, los niños forman parte desde que nacen del engranaje de la sociedad. Comparten su día a día y sus tareas con los adultos y parecen encajar bastante bien.



En nuestra sociedad, a priori tan avanzada e industrializada, parece que los más pequeños no tienen cabida en nuestros quehaceres. Se transmite e inculca que lo más importante cuando tienes hijos, es que vuelvas cuanto antes a recuperar tu vida anterior, tu vida de pareja, tu carrera profesional, tu silueta de antes, tus amigos, tus salidas.Y si no es así, es que tu bebé te está absorviendo y os estáis creando una dependencia insana. Pero eso sí, a nadie en su sano juicio se le ocurriría recomendarte cuando te casas que vuelvas cuanto antes a recuperar tus hábitos y tu vida de soltería...

Las palabras de Carlos González, siempre invitan al sentido común, a lo sencillo, al disfrute de la maternidad sin prejuicios, y sobre todo con empatía hacia el bebé. Pensando con ojos de niño, poniéndonos por un momento en sus zapatos.

Sin duda, una gran conferencia, difícil de resumir y de contar. Lo mejor, ver el vídeo que seguro dentro de poco se podrá disfrutar en la red.

Me gustaría para terminar esta entrada, dejar aquí el vídeo que nos mostró como ejemplo de lo sencillo que puede llegar a ser calmar a nuestro hijo cuando parece estar despertándose y moviéndose en plena noche. ¿Para qué acudir a libros, manuales sobre sueño infantil, tablas, y quién sabe cuántos inventos más?... No hay palabras...

Más tierno imposible. Un gran y unánime "Ohhhhhhhh" en la sala ratificó a nuestro ponente lo fácil que es calmar a un bebé en medio del sueño y hacer que más de 100 personas digan "Ohhhhhhhhhh" a la vez.


Día Internacional del Libro

Los libros han sido un referente en mi vida desde muy pequeña. ¿El porqué?... No lo sé. Sí que es verdad que en mi casa siempre ha habido libros, y también tengo el recuerdo entrañable de la buena costumbre que siempre ha tenido mi abuela de regalarnos y comprar libros muy asíduamente.

El caso es que sin ser una casa en la que mis padres estuviesen todo el día con un libro en la mano, mi afición por la lectura es un hecho. Si algún día no leo, algo muy raro ocurre. No tengo tiempo últimamente ni para respirar, pero en los últimos minutos del día y aunque el agotamiento hace mella y no me da mucha tregua, siempre tengo mi ratito a la luz de la lamparita pequeña, sumergida en la lectura de unas pocas o muchas hojas, mientras la pequeña burbujita está ya en el quinto sueño con su respiración pausada a mi lado.

Me gusta leer y me gustan los libros. Sí, sí, los libros de carne y hueso... No esos con pantalla y botones que no huelen a papel, a librería. Sé que hay muchas y muy buenas razones para pasarse al e-book, y sé que si antes o después claudico, lo haré por esos árboles que estamos agotando poco a poco. Pero seguiré pensando que no hay comparación posible que salga bien parada, con la sensación de abrir y empezar un libro, ir pasando las hojas, tocarlas, olerlas, y llegar a su fin cerrando la tapa y guardando de nuevo en la estantería todas esas palabras, historias, personajes.

No voy a negar que me encantaría que mi hija heredase ese gusto y pasión por la lectura. Soy de las que piensa que casi todos los males de la humanidad se curan leyendo. No negaré tampoco que me gustaría que la única ambición que conozca sea la del saber y conocer cada día más, que quiera informarse, formarse, contrastar, aprender y en definitiva educarse y cultivarse a sí misma.

Desde casa le intentaremos transmitir esa idea como el mejor camino a la libertad de pensamiento.



Este fin de semana he estado recuperando libros de casa de mi hermana que en su día heredaron mis sobrinos cuando yo me hice mayor, y que más de 30 años después vuelven a mis manos para que los herede mi pequeña. Me he quedado gratamente sorprendida al ver que con varios garabatos, pocas arrugas y algún desconchón, ahí sigue ¡casi como nueva! mi enciclopedia de Barrio Sésamo que tanto usé en su día.



 



En el cole también han querido celebrar este día y les han dejado llevar un cuento al que quisiera, para verlos y jugar entre todos.

Ahí iba mi niña, más contenta que unas castañuelas con su cuento de primeras palabras que le encanta porque tiene animalitos y ella hace los gestos y sonidos de algunos de ellos.

Desde "Burbujita, tú y yo" nos sumamos a la celebración de este día, animando a tod@s los peques del mundo a que abran un libro y se dejen llevar por la fantasía y los sueños que cada uno de ellos encierra dentro de sí.

Hay que compartir... ¿En serio?

Esta entrada es una mezcla de reafirmación de lo que yo ya pensaba desde hace tiempo, y un grito de ¡yo tengo razón! a todos los que piensan y proclaman lo contrario, porque lo necesito, porque de vez en cuando, escribirlo aquí es la única forma que encuentro de desahogarme. Pero mejor lo explico...

Este fin de semana hemos estado con una prima que tiene una hija 6 meses mayor que Paula.

La niña es un cielo y ella que entiende ya un poquito más que nuestra gordi, estaba deseando jugar con ella. Pero cuando llegamos, lo primero que hizo Paula ni corta ni perezosa fue quitarle su muñeca, quitarle también la sillita de juguete en la que la llevaba y allí sentó también a su muñeca, quedándose así con las dos y además con el cochecito, ante la mirada atónita de su prima que no tuvo por menos que echarse a llorar desconsolada ante la situación. ¡Pobre! Y ella que sólo quería jugar un ratito acompañada...

Y en mi cabeza resuenan como tambores las frases de "que vaya a la guardería es muy bueno!, aprenden a compartir, se socializan y aprenden a jugar con otros niños", ¿cómo me explican ahora todos los defensores de las maravillas de la escolarización temprana, por qué una niña que no ha pisado una guardería en su pajolera vida, entiende bastante mejor el concepto de compartir que una niña como la mía, que lleva yendo a la guarde desde los siete meses?. En fin... Recordaré esa escena cuando alguien me lo vuelva a decir.

Yo simplemente pienso que al igual que nos pasa a los adultos, cada niño es un mundo y por tanto tienen comportamientos diferentes. ¡Y me parece fenomenal que así sea!. Tendemos a querer estandarizarles como si fuesen robots y les intentamos convencer de cosas que ni nosotros mismos nos creemos.

- Fulanito, déjale ese juguete a ese niño, que hay que compartir...!

Y Fulanito pensará... ¿Ah sí...?. ¿Hay que compartir??. ¿Y por qué no compartes tú el móvil de 600 Euros que te trajeron los Reyes con la señora que está sentada a tu lado en el banco del parque???... ;-)


No creo que compartir sea una actitud que haya que imponer, ni mucho menos. Para empezar, si no quiere compartir sus cosas, que no lo haga no??. Digo yo que si son suyas, que haga lo que quiera. Creo que si no presionamos, si dejamos fluir los ritmos, en algún momento todos llegan a darse cuenta, que a veces es más divertido y productivo compartir algunas cosas para poder pasarlo mejor. No se debe coaccionar ni chantajear emocionalmente para que compartan. No me parece que sea el mejor camino.


Al margen de este razonamiento, últimamente pienso mucho en los cambios que observo en la peque, posteriores al comienzo de la guarde. Para no demonizar la escolarización, que no es el caso porque lo único que conseguiría con ello es torturarme más de lo que ya hice en su momento, diré que seguramente y dependiendo de la personalidad que  cada niño está formando en estas edades, a unos puede que les ayude en su proceso de socialización, a otros no les afecte, y a otros incluso les provoque cambios importantes haciendo un efecto contrario.

Creo que el caso de mi hija es este último. No sé si el ser la más chiquitita de todos los compis (en tamaño y en edad), la dinámica que se sigue en la clase, el carácter de la educadora, o todo junto han podido influir, pero cada día al ir a buscarla, noto cómo en ocasiones muestra su oposición, primero aferrándose en los primeros ratos a mí y a la tetita como un pequeño koala, y luego a veces enfrentándose, mostrando su enfado y descontento durante el resto de la tarde, incluso yo diría que su rabia. En las mañanas también vamos notando cada vez más esa oposición al cole, ante la desesperación de su madre que ya no puede darle más vueltas a la cabeza buscando alternativas que por el momento no existen.




Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo



Desde aquí colgamos estos globos azules en nuestra ventana. Por ellos, por sus familias, por los profesionales médicos y por los educadores que los acompañan.

Porque se extienda más y más esta concienciación sobre este problema, cuya incidencia crece y crece sin que se sepan los motivos y causas. Que se investigue y estudie más, para poder erradicar casos futuros, y que se dediquen más medios, recursos y atenciones para los casos presentes.

http://www.un.org/es/events/autismday/

De los Premios y Castigos

Llevo varios días con algo rondando en la cabeza que necesitaba escribir.

Desde que Paula empezó la guardería, hemos observado que casi todos los días traía en una de sus manitas un sello de tinta, de esos infantiles con diferentes dibujitos.

Yo siempre le pregunto por ello (obviamente ella no me contesta...), y le digo "¡Qué divertido, te han puesto un sello, qué bonito Paula!".

Ella me mira, sonríe, se señala su manita, parece que le hace gracia la cuestión...

El caso es que hace no mucho, al ir a buscar a la peque, y como siempre suelo hacer charlando un rato con su educadora, comenté algo sobre los sellos que llevaba en sus manitas habitualmente, y lo divertido que debía ser para ellos cuando jugaban con ellos. Me quedé sorprendida porque me dio a entender que no era algo que hicieran habitualmente, si no siempre. Y que todos los días ponían un sello a los niños que se habían portado bien.

¿En serio?????... Pensé yo para mis adentros, porque si en ese momento lo pienso para afuera, quizá hubiese dicho cosas muy feas. ¿Y eso no se podría considerar una forma de castigo...?. No es más que un premio para los grandes afortunados que se han portado bien, y un gran castigo para los pobres que "se han portado mal" y tienen que ver como a sus compis les estampan el dichoso dibujito de colores que mostrarán orgullosos a mamá y papá, mientras ellos se quedan con tres palmos de narices mirando...

No soy partidaria de educar a base de premios y castigos. No me parece una forma adecuada. No haces entender nada al niño, nada bueno al menos, desde mi punto de vista. Es muy rápido, es eficaz a corto plazo y puede incluso que te resuelva en determinados momentos, alguna situación conflictiva. Aún así, yo no lo usaría, ni quiero que se use con mi hija... Prefiero que Paula no haga regir su conducta por un sistema de recompensas y castigos establecido. Prefiero que encuentre sus propios premios o castigos en lo que hace. Que entienda por qué es mejor actuar de un modo u otro, en vez de hacerlo para conseguir algo a cambio.

A su edad, todavía es imposible que entienda nada de esto, tampoco lo espero. Y también sé que a veces es inevitable e inconsciente premiar o castigar, con nuestras caras, con nuestros gestos, con palabras que creemos inocentes incluso, la aprobación social también es un premio o un castigo para ellos. Entiendo también que es ¡entre complicado e imposible! divertir y pasar un día en paz y armonía con un grupo de niños tan pequeños y que tienen sueño, mocos, hambre, cansancio, que añoran a papá y mamá, ... pero eso no es excusa para intentar controlar su conducta de ese modo, porque los premios y castigos no son más que eso, una forma de control que ejercemos los adultos.

Como decía,  a corto plazo puede que funcionen, puede que incluso más fácil que enseñarles a pensar en ello. Pero todo eso se esfuma con el paso del tiempo. Así los niños nunca aprenderán a reflexionar y a pensar por sí mismos sobre lo que es bueno o malo. Siempre dependerá de nosotros, del adulto que decide por ellos lo que está bien y lo que está mal, en vez de guiarle y enseñarle el por qué y las consecuencias de sus actos.

Como digo, sé que es muy difícil, mucho más que utilizar las recompensas y los castigos. Pero a la larga es más fructífero, de eso no me cabe ninguna duda. Y en cuestión de educación, creo que merece la pena pensar e invertir a largo plazo ¿no?.

Al margen de todo esto, lo que más me cabrea de esta historia, es que Paula ha venido últimamente varios días a casa sin sello alguno... Y por supuesto, lo primero que ha asaltado mi mente es, ¡¿qué narices puede hacer una bebé o niña de 15 meses para portarse mal?!. Es que no se me ocurre nada que mi hija pueda hacer que alguien pueda tachar de mal comportamiento.

No me quiero poner trascendental ni metafísica, pero ¿qué es portarse mal?. No estarse quieta y sentada mientras la profe canta una canción o cuenta un cuento, dejarse la comida en el plato, chillar, llorar, tirar juguetes al suelo... No me puedo creer que estemos hablando de niños de entre 1 y 2 años.                                                                                                                                                                                     

Creo que en parte, el problema es que algunos adultos quieren que los hijos, los alumnos, los sobrinos, nietos... hagan las cosas "porque lo digo yo", porque yo soy el adulto y el que sabe cómo hay que comportarse. Adultocentrismo que lo llaman algunos por ahí... Una forma de educar que se ha ido transmitiendo de generación en generación, y que debemos dejar atrás y empezar de nuevo.

En estos momentos, y sin que tuviese relación alguna con el incidente de los sellitos, estoy leyendo el libro de Naomi Aldort, "Aprender a educar sin gritos, amenazas ni castigos". Es una maravilla en cuanto a este tema. No lo he acabado y me gustaría escribir algún post sobre él cuando lo termine. De momento, y si tuviese que resumirlo todo en una frase, sería sin duda "Ponte en su lugar". ¿Hay algo más sencillo y más difícil a la vez?.

A mi personalmente, el castigo me parece una falta de respeto, una forma de educar basada en el miedo y no en la libertad. Y ojo, educar en libertad no significa "NO EDUCAR". Si aprendemos a respetar a lo que nos rodea, los límites nos los pondremos nosotros mismos, allá donde pudiésemos interferir en la libertad de los demás.


                            

... Sobre la vida

Hoy mi entrada está llena de tristeza, de dolor, de lágrimas...

Hace no mucho leía en el magnífico blog de Ibone Olza, una entrada sobrecogedora y a la vez llena de sentimientos y reflexiones, que titulaba "Incompatibles con la vida", de la cual dejo el enlace porque vale la pena leer y releer.

Yo lo hice ayer de nuevo, y no quería dejar pasar la oportunidad de dejar aquí plasmado ese gran artículo. Una amiga, compañera, madre ya de dos niñas preciosas, recibía el fatídico diagnóstico en su ecografía de 20 semanas, de malformaciones incompatibles con la vida.

Para algo así nunca estás preparado. Cuando con inocencia y alegría preguntábamos si era un nene o una nena, recibíamos la desgarradora noticia que te hiela la sangre, te deja de una pieza y no puedes ni pensar. Sólo quieres llorar.

Volviendo a leer a la que no me canso de alabar, Ibone Olza, ahora desde un prisma un poco más cercano, me remueve más todavía, lo que ya en su día removió. No me atrevo ni me inclino a afirmar nada al respecto, ni por supuesto a imaginar un "...qué haría yo...". Creo que hay que estar en esa tesitura, y ni aún así creo que puedas saber lo que sientes y deseas de verdad.

Son decisiones que te ves obligado a tomar en poco tiempo, sin meditar, sin darte un tiempo que necesitas más que nada en el mundo, para comprender y asimilar lo que está pasando, para saber lo que sientes y lo que quieres, muchas veces, la mayoría, sin otras opciones. No puedo imaginar lo duro y cruel que tiene que ser, decidir en pocas horas e incluso minutos, sobre esa vida que tú sí que sientes como tal, ¿incompatible?... ¿incompatible con qué?... Como bien nos dice Ibone Olza en su artículo,  el lenguaje puede ser tan cruel en algunos casos... Te obligan a mezclar sentimientos con legalidad, tiempos límite, diagnósticos que nunca pueden ser certeros y que tú los tienes que asumir como tal.

Los comentarios sobran, las suposiciones más... Cuánto tendríamos que mejorar y cambiar como sociedad para poder valorar y acompañar estas situaciones, desde el más absoluto respeto a los padres, a su decisión, a sus necesidades en esos momentos, a los tiempos requeridos.

Por el momento, hoy, sólo puedo pensar en ello con una tristeza inmensa por mi amiga, por su bebé, por las hermanitas de ese bebé, y por la familia al completo que están pasando estos duros momentos.

Intuyo que la sensación de soledad tiene que invadirte hasta lo más hondo, viviendo y digiriendo un duelo que quizá mucha gente no entienda.

Desde aquí, todo mi amor, mi apoyo y un abrazo que me muero de ganas de darle en persona.