"Dependencia"



La dependencia.

Este es un post que tenía escrito a falta de un final desde hace tiempo, y esperando a ser acabado, permanecía en el baúl de las cosas por hacer, que últimamente crece y crece porque mi mente, mis fuerzas y todos mis sentidos están centrados en otras cositas que se están cociendo...

Ahora por alguna razón, lo he querido publicar por fin.

Resulta que estaba yo pensando y reflexionando para mis adentros en esto de la dependencia, (no en la económica, que eso ya daría para otros mil post...), quiénes son dependientes y cómo los tratamos y ayudamos, (o a veces maltratamos y noayudamos) cuando de repente, y para comenzar a escribir, me he conectado a SanGoogle pidiéndole: "Rae", ese súperlibrogordodepetete (qué gracia... el libro gordo de petete), al que recurro en incontables ocasiones cuando escribo, y ¡toma ya definición que me ha dado!:

Dependencia:  Subordinación a un poder mayor.

Vale, que a continuación hay una retahíla larga con más definiciones. Pero lo primerito que te dice es eso.

Y entonces yo digo, ¡ahora lo entiendo todo!. Si por algo se le llama dependencia a la dependencia... Y yo que me encontraba pensando en términos mucho más románticos, en un acto de amor o en el peor de los casos, de solidaridad y empatía.

Y es que los dos grandes grupos de personas dependientes en los que yo andaba pensando eran esos casi siempre grandes olvidados, nuestros mayores y nuestros pequeños. Ocurren cosas muy parecidas en el cuidado a los mayores y a los pequeños.

Son dependientes, de eso no cabe duda. Por múltiples circunstancias, no siempre las mismas, necesitan de otros seres humanos física y emocionalmente para tener una vida digna. ¿Y qué hacemos nosotros en muchos casos?. Pues eso, lo que la Rae dice. Subordinarlos, someterlos y en definitiva, todo menos ponernos por un momento en su lugar, en sus ojos y en sus zapatos. Que no molesten, que se les oiga y se les note lo menos posible, y si puede ser, en lugares "adecuados"... Véase guarderías vs residencias...

 ¿Qué nos pasa?. ¿Qué estamos haciendo mal como sociedad, para que parezca que a la mínima de cambio en que otro ser humano (o ser vivo), tiene de alguna u otra manera menos fuerza, menos tamaño, menos recursos, menos lo que sea... aprovechamos para someterlo, tenerlo bien controlado y anularlo como persona independiente y con los mismos derechos que es?.

Qué pena me da, que una persona por ser mayor o pequeña, pierda completamente su derecho a decidir sobre su vida, a pensar por sí mismo, a no ser sometido a lo que otros quieran. Un niño y un anciano que vive al cuidado de sus hijos, a menudo no es tenido en cuenta para decidir ¡sobre sí mismo!. Quédate ahí, ven aquí, ponte esta chaqueta, quitátela que hace calor, come más, no comas más, bebe agua que hace calor, siéntate, vamos aquí o allí, cállate,... En fin... Son personas que dependen de nosotros por sus circunstancias, y nada más. Merecen TODO el respeto que merece cualquier otra persona.

Para mí, la ayuda o el trato a la dependencia debería ser un acto de amor, de empatía con nuestros congéneres (empatía en el más amplio sentido, ya que todos vamos dando los mismos pasos), de solidaridad. Y también, por qué no, de humildad. Deberíamos vernos reflejados con cada gesto. Ya no lo recordamos, (como bien dice el principito...), pero todos hemos sido niños alguna vez, aunque muchos parecen haberlo olvidado... Y todos, en el mejor de los casos, seremos ancianos alguna vez.

Repetiremos mil veces la misma cosa, no para fastidiar ni por ser pesados, sino sencillamente porque no recordaremos haberlo dicho antes. Inventaremos nuevos recuerdos que ocupen el puesto de los que ya no logramos recordar, unos nuevos que a lo mejor se parecen a los verdaderos o quizá ni siquiera... A lo mejor simplemente nos gustan más. Estaremos emocionalmente más sensibles, lloraremos sin motivo aparente o reiremos porque sí... No pasa nada, nuestros motivos tendremos. Y miles y miles de cosas más, que no debemos juzgar, que debemos respetar, porque son momentos delicados y especiales.

El inicio de la vida o el final de la misma. Es un proceso, hay que aprender a conocerlo y a respetarlo, tal como es, con sus altos y sus bajos, su salud y su enfermedad, sus risas y sus llantos. Estamos perdiendo el instinto, el de súpervivencia de la especie, que cuida y protege a todos sus miembros, la fuerza animal del ser humano que cuida de sus seres más débiles. Lo veo a todas horas y en todas partes.

Sé que he escrito desde el resentimiento, desde el cabreo por ver muchas cosas que veo, pero en esos y estos momentos necesitaba hacerlo así. También sé, que por supuesto no todo el mundo es igual, que hay mucha gente capaz de empatizar y de verse reflejado en la piel de otro, pero es demasiado habitual desde mi punto de vista lo contrario, como para no expresarlo o escupirlo así.

Empatía es la clave en estos casos, eso es lo que pienso. 


En busca del cole perfecto...

El cole perfecto no existe.

Supongo que como todo en esta vida, para gustos los colores, y para gustos los coles. Depende de lo que cada uno busque para el futuro de sus hijos, así encontrará ideal un centro u otro, un tipo de enseñanza u otra. De todo tipo de opiniones me estoy encontrando por el camino. Incluso hasta me encuentro personas que no se guían sólo por lo que prefieran educativamente hablando para sus hijos, sino que se guían por el número de horas que determinado colegio les permita tener dentro a los niños.

"Este cole está hasta las cuatro, este otro hasta las cinco... Aquel de allí tiene actividades extraescolares hasta las seis, que es cuando yo vuelvo del trabajo...".

No quiero eso. Quiero que seamos los tres los que nos adaptemos a esta nueva etapa, y no solamente ella la que tenga que adaptar su horario, su educación y su vida, a nuestros trabajos y a la vida que nosotros nos habíamos creado sin contar con otra persona más, que ahora cuenta y que es mucho más importante que todo eso.

Mi cabeza en los últimos meses no para de dar vueltas y más vueltas, se centra en un único objetivo, el más importante en este momento, de ello dependerán probablemente los próximos doce años de mi hija.

No existe el centro que reúna todas las características que me gustaría. No me puedo permitir la no escolarización anticipada. Y no estoy dispuesta a renunciar a ciertas cosas. Con todo esto voy poco a poco elaborando una lista de prioridades que me permiten ir desmarañando el cacao que tengo en mi cabeza. Escribirlo me hará mucho bien, me ocurre siempre...

- Quiero y no estoy dispuesta a renunciar para mi hija, una enseñanza pública. Las razones las hay a montones. No acabaría... Para mí, la educación no es, ni debería ser nunca una empresa, la educación es un derecho, un bien que todos y cada uno de los miembros de una sociedad deberían defender, perpetúar y poner al alcance de absolutamente todos las personas que habitan en ella. Por más que se empeñen nuestros políticos en deteriorarla cada día más, en reducir al mínimo su dotación, y en hacer que se convierta en una enseñanza de segunda, para ciudadanos de segunda, yo voy a seguir en mis trece, quiero defenderla desde dentro, seguir creyendo que entre todos podemos hacer que sea la educación de calidad y digna que nuestros hijos merecen. Ni siquiera es una cuestión económica, quitaría de donde fuese y como fuese si estuviese convencida que hago lo mejor para ella llevándola a un colegio privado. Es una cuestión de principios.

- Quiero y no estoy dispuesta a renunciar a un horario lectivo intensivo de 9 a 14:00 h. y no partido, teniendo clases por la mañana y por la tarde. Esto es fundamental para mí, y creo que para ella también lo será. Ya veré cómo nos lo montamos, qué horarios me modifico y de donde arañamos, ya veré si tenemos que contar con ayuda de terceras personas o qué narices haremos. Pero esto es algo que está claro, cristalino. Las jornadas maratonianas de cole no serán para nosotros. Son demasiadas horas las que pasan y demasiadas las exigencias que se les piden para lo pequeños que son. Por las tardes tienen sueño, están cansados, se aburren de tanto prestar atención y lo que quieren y necesitan es jugar, aprender a través del juego, compartir tiempo en familia, descansar, hacer nada y todo a la vez...

- Quiero cercanía del centro, lo suficiente para que se pueda ir caminando. Da igual si se tarda un poco más o menos. Pero ese tiempo también es importante. Llegar en coche de puerta a puerta y salir en coche de puerta a puerta de nuevo... no es lo que me gustaría. Creo que les va muy bien ese ratito de caminar al aire libre, correr, ir saltando y mirando mil cosas por la calle, descargar tensiones y energía, compartir camino con algún que otro compañero, moverse, que ya tienen tiempo todo el día de permanecer en espacios acotados y la mayoría del tiempo sentados.

- Quiero seguridad y unas instalaciones  adecuadas que no resulten para ella la inmensidad que mi cabeza imagina para una persona tan pequeñita. Me gustaría que no se les haga todo taaaaan grande. Que sea adecuado y accesible, pensado por y para ellos. Espacios al aire libre, aulas con mucha luz natural y con sitio para moverse libremente, sin agobios.

Además de estas cosas, quiero unas cuantas más. Quiero respeto. Respeto a los ritmos, los físicos, los emocionales y también los intelectuales.

Quiero empatía y acompañamiento. Procesos de adaptación graduales y con cariño.

Me gustaría que el trabajo diario no fuese simplemente establecido mediante unidades didácticas que impliquen sentar a los niños en una mesita a hacer cada día una ficha, que muchas veces les aburre o no les motiva en absoluto. Preferiría más tiempo de juego libre, de actividades que se propongan entre todos y no siempre tan dirigido.

Lo que tengo más claro de todo, es que por encima de expedientes académicos, de enseñanza de idiomas, de que aprendan a leer a los 4 o a los 5, de que sean los mejores en los resultados de no sé qué prueba...es que quiero que sea un lugar en el que sea feliz, que le motiven, que haga amigos, que aprenda a parte de matemáticas, lengua y "cono", valores como el respeto a la diversidad, el valor de la amistad, la solidaridad, la empatía. Estoy convencida de que el resto viene sólo.

Lo que quiero para el futuro de mi hija es que sea feliz, que respete a los demás y a ella misma, haciendo lo que más le guste, aprendiendo, leyendo, conociendo. Me da igual si es arquitecto, médico, actriz, empresaria o malabarista. Ojalá estudie donde estudie, sepan y sepamos transmitirle la motivación por aprender cosas nuevas, por emprender, por crear, porque estoy convencida que es lo que más falta hace en este mundo.

Para cumplir en la medida de lo posible todas estas expectativas valoramos dos opciones. Complicado según algunas mamás me comentan, que te den tu primera elección. Yo prefiero pensar y confiar en que no tod@s tenemos la misma escala de prioridades y de esta manera nos dividiremos entre los diferentes coles cercanos.

Aún me queda una visita a nuestra segunda opción y entrevistarme con la jefa de estudios, para terminar de tomar decisiones y realizar con tembleque la dichosa matrícula...