A menudo y en casi todos los ámbitos en los que nuestros hijos conviven se fomenta, de manera consciente o inconsciente la competitividad. En la propia casa y entre la familia a veces se fomentan estas actitudes. En la escuela especialmente, con sus calificaciones y sus sistemas de premios y castigos, esto es incluso más evidente.
Desde casa y a veces sin darnos, o dándonos cuenta, caemos en la competición por quién llega primero, quién come más, quién es más alto o más fuerte... Ellos, desde su inocencia, caen de pleno en el juego y compiten aún sin saber muy bien por qué.
No me gusta. Por más que he buscado, no he logrado encontrar evidencias científicas ni a favor ni en contra de inculcar y fomentar la competitividad en los niños desde edades tempranas. He de decir que me hubiese encantado encontrar alguna evidencia, por ínfima que fuese, que me diera la razón, que dijese que la competitividad lleva a la comparación, de ahí a la frustración, a los sentimientos negativos, falta de autoestima, ansiedad, incluso violencia. Todo eso, yo lo meto en un mismo saco y lo que sale no me gusta.
Para mí, es sólo una cuestión de sentido común. Yo lo veo tan claro...
Esta semana en el cole, están en pre-vacaciones y organizan un montón de actividades que se salen un poco de su norma habitual y en las que invitan a todos los papás que quieran y puedan ir. Ayer les sacaron fuera del cole e hicieron una carrera. Una súper carrera para los más peques y al ganador de cada clase se le entregó un grannnn trofeo.
Los demás, por supuesto, con 4 años en el mejor de los casos, y en el peor como en el caso de Paula, con 3, se quedan mirando sin ni siquiera un reconocimiento por el esfuerzo y la participación. No lo veo, la verdad... A Paula parece que le dio un poco igual la verdad. Pero había niños que se enfadaron, que incluso salieron con cara larga y disgustados. No me extraña. ¿De verdad hay necesidad de esto...?. Transmitirles el gusto y el placer del deporte y la actividad física me parece perfecto, pero aún son pequeños para entender el perder y el ganar, la competición como tal.
Y es que si desde pequeños fomentamos la competición en cualquier ámbito, como la escuela, que desde mi punto de vista debería estar libre de cualquier comparación, entramos en un círculo que se perpetuará en la edad adulta y que genera que nos pasemos la vida midiéndonos con el prójimo y hasta con nosotros mismos. Esto, nos hace infelices. Pero eso sí, genera una sociedad competitiva y por tanto, consumista de todo lo habido y por haber, todo por ser mejor en cualquier cosa.
A veces, les hacemos competir y les medimos y comparamos hasta en las cosas más absurdas. Ni siquiera en algo importante para ellos como su nivel de felicidad... Cosas como, a qué edad comienzan a dar los primeros pasos, las primeras palabras, si comen cuatro o diez cucharadas más que su primito que es 3 meses más pequeño, si sacan mejores notas que su hermano... ¿No es ridículo?. ¿De verdad, son tan importantes todas estas cosas...?.
No me valen argumentos del tipo de que hay que prepararles para la edad adulta y el mundo de los mayores, en el que se les va a exigir competitividad día a día y destacar y ser los mejores. Lo siento, no me vale. Cada cosa a su tiempo por favor.
¿Quién se lo va a exigir?. Y ¿por qué?. Y ¿realmente es útil?, ¿para qué?. Yo no le encuentro el beneficio, ni la utilidad. No quiero que mi hija crezca midiéndose con sus compañeros, ni se prepare para ello en el futuro. El futuro es hoy. Eso es lo único que cada día tengo más claro. Y lo único que deseo es que se ocupe de ser feliz día a día y por el camino. Despacio, y sin presiones de ningún tipo.
Debemos despojarnos de todas esas medidas y comparaciones. Crear una sociedad y un mundo en el que no haya que ser mejor ni tener más que el de al lado para ser feliz, en vez de cambiar a nuestros pequeños su desarrollo natural para que se adapten al mundo que hemos creado. Conozco de forma cercana ejemplos de escuelas que fomentan la colaboración y la no competitividad y funcionan de maravilla. No filas, no concursos, no evaluaciones comparativas, juegos de colaboración y apoyo mutuo. Pienso que los niños de esta manera se sienten más parte de un todo, en el que si uno gana, todos ganan y que si uno falta, no están completos.
Imagino un mundo así para los adultos y me maravilla la simple idea.
Para mí, es sólo una cuestión de sentido común. Yo lo veo tan claro...
Esta semana en el cole, están en pre-vacaciones y organizan un montón de actividades que se salen un poco de su norma habitual y en las que invitan a todos los papás que quieran y puedan ir. Ayer les sacaron fuera del cole e hicieron una carrera. Una súper carrera para los más peques y al ganador de cada clase se le entregó un grannnn trofeo.
Los demás, por supuesto, con 4 años en el mejor de los casos, y en el peor como en el caso de Paula, con 3, se quedan mirando sin ni siquiera un reconocimiento por el esfuerzo y la participación. No lo veo, la verdad... A Paula parece que le dio un poco igual la verdad. Pero había niños que se enfadaron, que incluso salieron con cara larga y disgustados. No me extraña. ¿De verdad hay necesidad de esto...?. Transmitirles el gusto y el placer del deporte y la actividad física me parece perfecto, pero aún son pequeños para entender el perder y el ganar, la competición como tal.
Y es que si desde pequeños fomentamos la competición en cualquier ámbito, como la escuela, que desde mi punto de vista debería estar libre de cualquier comparación, entramos en un círculo que se perpetuará en la edad adulta y que genera que nos pasemos la vida midiéndonos con el prójimo y hasta con nosotros mismos. Esto, nos hace infelices. Pero eso sí, genera una sociedad competitiva y por tanto, consumista de todo lo habido y por haber, todo por ser mejor en cualquier cosa.
A veces, les hacemos competir y les medimos y comparamos hasta en las cosas más absurdas. Ni siquiera en algo importante para ellos como su nivel de felicidad... Cosas como, a qué edad comienzan a dar los primeros pasos, las primeras palabras, si comen cuatro o diez cucharadas más que su primito que es 3 meses más pequeño, si sacan mejores notas que su hermano... ¿No es ridículo?. ¿De verdad, son tan importantes todas estas cosas...?.
No me valen argumentos del tipo de que hay que prepararles para la edad adulta y el mundo de los mayores, en el que se les va a exigir competitividad día a día y destacar y ser los mejores. Lo siento, no me vale. Cada cosa a su tiempo por favor.
¿Quién se lo va a exigir?. Y ¿por qué?. Y ¿realmente es útil?, ¿para qué?. Yo no le encuentro el beneficio, ni la utilidad. No quiero que mi hija crezca midiéndose con sus compañeros, ni se prepare para ello en el futuro. El futuro es hoy. Eso es lo único que cada día tengo más claro. Y lo único que deseo es que se ocupe de ser feliz día a día y por el camino. Despacio, y sin presiones de ningún tipo.
Debemos despojarnos de todas esas medidas y comparaciones. Crear una sociedad y un mundo en el que no haya que ser mejor ni tener más que el de al lado para ser feliz, en vez de cambiar a nuestros pequeños su desarrollo natural para que se adapten al mundo que hemos creado. Conozco de forma cercana ejemplos de escuelas que fomentan la colaboración y la no competitividad y funcionan de maravilla. No filas, no concursos, no evaluaciones comparativas, juegos de colaboración y apoyo mutuo. Pienso que los niños de esta manera se sienten más parte de un todo, en el que si uno gana, todos ganan y que si uno falta, no están completos.
Imagino un mundo así para los adultos y me maravilla la simple idea.