Los llantos ignorados

¿Por qué está tan normalizado y aceptado socialmente el llanto infantil?.

En su día, ya hablé sobre el llanto en esta entrada, cuando reflexionaba sobre la inmunidad que parecen tener en las guarderías ante el llanto y las lágrimas.

Yo personalmente cada día lo llevo peor.

En la guarde de Paula, hace unas semanas que se ha incorporado un niño nuevo. Sólo asistirá dos días en semana, y el pobre llora casi todo el tiempo (según cuenta la cuidadora). Cuando llego a buscar a Paula y está él, su carita de pena me parte el corazón. Pregunta por su mamá y llora, pero ninguna de las cuidadoras parece verse afectada (con esto no quiero decir que no lo estén, es sólo que me choca la capacidad de abstraerse de ello; yo no puedo evitar acercarme y acariciarle y decirle que sus papás volverán pronto). Paula me mira y le mira con carita triste, se acerca y le da un beso. Yo me derrito viendo que mi hija con lo pequeñita que es, tiene esa capacidad de empatizar con el dolor de un semejante y la bondad y sensibilidad para asistirle y cuidarle. Se siente mal e intenta remediar; no le gusta ver a otros niños o bebés llorar. Da besitos a las páginas de libros o cuentos en las que aparecen personajes con caras tristes.

Definitivamente, deben ser los años y la sociedad los que van endureciendo los corazones y haciendo que determinadas cosas pasen a un segundo plano.

Ójala tú nunca nunca pierdas esa condición mi amor... La condición de la empatía, de ponerse en el lugar de otro que sufre, e intentar remediar y sanar lo que le pase. Ójala...

En los centros comerciales, mercados o tiendas, o incluso parques concurridos, a menudo presencio situaciones que puedo jurar me hacen sentir peor que mal, y me revuelven por dentro. Niños que lloran y lloran y que no son escuchados por nadie... Al menos, eso parece porque nadie se inmuta. Muchas veces sentados o tumbados en sus carritos o sillitas, sin que sus padres muestren la más mínima intención de atender ese llanto.

¿Qué se puede esperar?... Si ya desde ciertos libros de gran tirada y que te venden como escritos por alguien "de reconocido prestigio", recomendados a diestro y siniestro hasta por la vecina del quinto, ya se nos insta a dejar llorar a nuestros hijos sin problema alguno, y ¡no pasa nada!, hasta que vomite si es necesario... ¡No, si encima será que es por su bien!.

No es que los libros y opiniones me parezcan un motivo para justificar esas situaciones, ¡nada más lejos!. Cada cual es responsable de sus hijos y de su crianza. Y cada cual elige entre toda la información que está a su alcance, lo que más le conviene. Es simplemente que trato de buscar porqués... ¿Será que lo que está más al alcance y más cerca, es la información que tiraniza a los niños, y los convierte poco menos que en pequeños diablillos contra los que tenemos que iniciar una lucha constante para que no se nos suban a las barbas y nos tomen el pelo?... Puede ser...

Puede ser también que en los últimos siglos, lo que se ha fomentado haya sido esa forma de crianza en la que el llanto es algo malo y que por tanto debe ser extinguido a base de ignorarlo. Que como buena psicóloga que soy, y habiéndome empollado como la que más la "modificación de conducta" de quinto, sé de primera mano que para extinguir una conducta no deseada (véase en este caso el llanto), no has de hacer más que retirar el refuerzo que la sigue (véase en este caso la atención prestada).

Pero el amor tan grande e incondicional que toda madre o padre siente por un hijo, ¿no es suficiente para replantearnos toda esta historia y preguntarnos, si realmente están en lo cierto todos aquellos que promulgan lo malos y tiranos que son nuestros hijos, que sólo quieren tomarnos el pelo, y por eso debemos ignorarles cuando lloren o monten rabietas?. ¿De veras no vale la pena replantearse por qué un niño llora, qué le ocurre, qué le ha molestado o qué necesita?. Sin duda, merece la pena, por lo menos cuestionarse todo lo que sabemos hasta ahora sobre educación y crianza. El futuro (por lo menos el emocional), de nuestros hijos es el que está en juego. Nada más y nada menos.

Para mí, y creo que ya lo he dicho en otros momentos, es una cuestión de empatía y de conocimiento del desarrollo intelectual y cognitivo de los niños. Nadie nace sabiendo todo, de todo. Hay que ir aprendiéndolo o desaprendiéndolo con los años. Pero qué diferentes serían las cosas si cada adulto fuese capaz de conocer qué es capaz y qué no es capaz de hacer un niño a una determinada edad, qué se puede esperar, dependiendo del momento de desarrollo en el que se encuentre. Intentarlo al menos no es tan difícil.

Los adultos del mañana son niños a los que se les ha enseñado que el llanto es incómodo, que es algo malo, que debe ser ignorado y que por mucho que hagan y por muy mal que se sientan, no se les va a hacer caso. En mi cabeza todo esto se mezcla peligrosamente y se me ocurren términos como indefensión aprendida, depresión... términos muy relacionados y que dan para hablar largo y tendido, pero eso será otro día y otro momento. Todos esos males que llegan un día, y muchas veces no se sabe por qué.

Lo que más me duele es que también aprendan que el resto tampoco haremos nada. Que viven en una sociedad en la que es normal que un bebé o un niño vaya llorando, sin que sus papás ni nadie le hagan caso. Que está aceptado socialmente y que los demás han de callar al verlo, porque al fin y al cabo... "son sus padres y no te puedes meter...". Eso me duele, y mucho... Tanto que a veces he mirado mal a algunos papás que estaban ignorando (o cosas peores) a un niño que lloraba. Y he mirado mal, por no buscar un enfrentamiento verbal, en el que seguro llevo las de perder (lo cual me importa bastante poco), pero lo peor, ese niño o niña también.


Esta mañana leí este post, sobre este tema, en el gran blog "En minúsculas", y algo se removió en mí. Es verdad, no hay que callar, hay que romper el silencio y decir que ESTÁ MAL.

Así que me senté y me puse a escribir lo que siento desde hace mucho y siempre callo.